El poder de los centavos es un híbrido en el que el thriller financiero se funde con la comedia, “subgénero” que dio algunos exponentes exitosos. Dentro de él, el nuevo trabajo del director Craig Gillespie se emparienta con La gran apuesta (Adam McKay, 2015), El lobo de Wall Street (Martin Scorsese, 2013) y, claro, la ineludible Wall Street (Oliver Stone, 1987), por mencionar las más reconocidas. Con todas mantiene puntos de contacto. El hecho de basarse en una crisis real y el intento por recrear de forma coral la tensa progresión de los hechos que le dieron forma, en el caso de la primera. La búsqueda por transmitir los picos adrenalínicos que provoca el juego de las apuestas bursátiles, que Scorsese puso en escena con elocuencia. O el recorrido iniciático de un joven analista financiero, “cordero” entre tiburones, que es el núcleo de la película de Stone.