Una tarde, Carolina Pacheco decidió conocer el mundo y, artísticamente hablando, se fue por las ramas. Y para muestra de eso está su disco Hacia la hoguera (2017), en el que probó su lado más bailable, pop y electrónico. Pero el año pasado, apelando una vez más al poder del refrán, volvió a sus raíces. Esta vez en el rock. “Tenía ganas de regresar al formato de batería, bajo y guitarra, porque lo extrañaba. En realidad, extrañaba el rock”, se sincera acerca de su reciente álbum, La máquina de romper. “Después de ser mamá, y de la pandemia, empecé a ver bandas otra vez. Recuerdo que lo primero que vi en ese momento fue Acorazado Potemkin, en Parque Centenario, y dije: ‘Acá esta. Esto es lo que me gusta’. Fue una sensación que aún no consigo explicar”.