Como consecuencia de un accidente, a Ana deben colocarle una prótesis metálica en uno de sus antebrazos. Durante sus vacaciones de invierno, advierte algo extraño: como si su brazo fuese una antena, empieza a recibir mensajes en código morse. Las señales se repiten todos los días, pero con una frecuencia distinta. Con una pequeña ayuda de sus amigos, la joven pasa los días tratando de descifrar el enigmático código que sale de su cuerpo. ¿Será una canción? ¿Un llamado desde lugares impensados? ¿Se tratará de un juego? ¿O un simple problema con la prótesis? Al igual que en sus cortometrajes, Ingrid Pokropek se apoya en la ficción para abordar las vicisitudes de la temprana adolescencia y rendirle homenaje a la geografía de la Ciudad de Buenos Aires. En Los tonos mayores el fantástico irrumpe a cuentagotas, con la misma convicción con la que Ana se adentra en la aventura de su vida.