La entereza emocional del jugador entrenado con Sebastián Gutiérrez, el coach que no dejó de apuntalarlo en ningún momento del fin de semana, superó todos los límites. La cabeza y las agallas, por encima de todo, en un partido que resultó una montaña rusa mental, en un partido en el que no jugó del todo bien -cometió 66 errores no forzados en casi tres horas- pero gestionó los instantes que resultaron bisagra. Popko llevó todo hasta el final. Sacó para partido 5-4 en el tercer parcial. Levantó un 1-4 en el tie break. Tuvo dos match points. Exigió a Báez al extremo. Y Báez, firme, siempre respondió. Y de qué manera: los últimos cuatro puntos que concretó fueron winners con el drive, con toda la tensión al rojo vivo. La mano nunca se le encogió: salvó dos match points (4-6 y 5-6 en el tie break) con dos derechas invertidas y cerró el match de la misma manera. En el instante previo, en el 4-5, hubo un guiño del destino: el kazajo habría quedado doble match point con un impacto del argentino en la red, pero la pelota estaba pinchada y el punto se repitió.