“Marzo, 2020. Quizás el peor día de mi vida”, es lo primero que afirma el protagonista de Arturo a los 30. A lo largo de los noventa minutos de duración del segundo largometraje de Martín Shanly, estrenado a comienzos de año en la Berlinale y ganador del premio al Mejor Director en la Competencia Argentina del último Bafici, el recurso de la voz en off no será intrusivo ni mucho menos intentará tapar baches narrativos. Por el contrario, la narración oral de Arturo, interpretado por el propio realizador, es una de las herramientas que le permiten construir una comedia inteligente e imprevisible, a su vez cargada de desazón y un poco de amargura. Shanly ya había demostrado en Juana a los 12 (la similitud de los títulos no implica ligazón literal entre ambos films, aunque sí existen puntos de contacto) su capacidad para construir relatos agridulces alejados de los lugares más comunes del cine independiente argentino. En esta nueva creación, tal y como ocurría con Juana, Arturo parece ligeramente alienado del mundo que lo rodea, como si estuviera presente en ausencia.