Un tropezón no es caída, pero el nuevo largometraje de Brian Helgeland se parece bastante a un sonoro y doloroso choque frontal contra el suelo. Ganador de un Oscar por el guion de Los Ángeles al desnudo (también estuvo nominado por Río místico) y realizador de esas dos bellas rarezas estrenadas al filo del cambio de siglo, Revancha y Corazón de caballero, el guionista y realizador se despacha con un drama protagonizado por un grupo de pescadores que no logra hacer pie en casi ningún momento. Casi porque durante el primer tercio (el film está dividido en tres actos tan explícitos que parecen salidos de un curso de escritura) Finestkind se acomoda en el molde de un relato old school acerca de dos medio hermanos (Ben Foster y Toby Wallace) que reestablecen contacto luego de años sin verse. El más joven es un incipiente estudiante de derecho que, sin previo aviso, se presenta en el puerto de New Bedford, Massachusetts, ante el barco capitaneado por su hermanastro, con el expreso deseo de embarcarse por primera vez en la vida.