Una de cal y otra de arena hacen la mezcla buena. Así reza la versión completa del popular dicho, aunque en el caso de Ferrari, la nueva película del legendario Michael Mann luego de ocho años alejado de la pantalla grande, la expresión adecuada sería “una de nafta y otra de aceite”. Basado en la biografía del periodista Brock W. Yates Enzo Ferrari: The Man, The Cars, The Races, The Machine, el guion del veterano Troy Kennedy Martin (de su pluma surgió la trama del clásico de 1969 Faena a la italiana) concentra su atención en un período particular de la vida del fundador de la escudería del caballito, aquella que va desde comienzos del verano de 1957 a la realización en mayo de ese mismo año de la 24° edición de las Mille Miglia, que en aquella fatal ocasión acabó con la vida de diez espectadores e hirió a otros veinte, provocando que el estado italiano prohibiera de allí en más y para siempre las carreras en la vía pública. Bajo los flashes, Enzo Ferrari (un Adam Driver ligeramente mimético) se muestra activo como siempre, pero en privado el ajustado cerco financiero lo empuja a ganar varias carreras para sostener la marca y generar ventas de automóviles a pedido. El concepto narrativo central de Ferrari es clásico y translúcido: mientras puertas afuera se desarrolla la persecución de la velocidad y el riesgo a la hora de llegar en primer lugar a la meta, intramuros el drama matrimonial junto a su esposa Laura (Penélope Cruz) alcanza nuevas cotas ante el descubrimiento de una vida paralela con otra mujer (Shailene Woodley) que ya llevaba varios años, amén de un hijo no reconocido legalmente. Fiel a las costumbres italianas de la época, los trapitos se lavan lejos de la vista de los extraños y la unión sagrada se respeta hasta la muerte.