“¡Dios es grande!”, fueron las palabras que dijo Rubén Gutiérrez, quien ya estaba listo para su ejecución tras ser declarado culpable de asesinato capital por la muerte a puñaladas en 1998 de Escolastica Harrison. La Corte Suprema de Estados Unidos concedió la suspensión, 20 minutos antes de la inyección letal.