El exembajador de EE. UU., Víctor Manuel Rocha, se declara culpable de espiar para Cuba durante 40 años. Admite haber conspirado como agente de un gobierno extranjero, enfrentando hasta 60 años de prisión por 15 cargos, incluyendo actuar ilegalmente para Cuba y defraudar a EE. UU. Rocha fue reclutado por la Dirección de Inteligencia cubana en 1973 y mantuvo una doble vida encubierta. Confesó a un agente encubierto, que su prioridad era la protección de la revolución cubana. El caso es descrito por el fiscal general como una de las infiltraciones más significativas en el gobierno estadounidense por un agente extranjero.