"Es como un cementerio de fotos de vidas rotas, de rostros que son parte del pasado, algunos serios y otros sonrientes. Algunos son muy jóvenes, otros reflejan una expresión cálida de toda una vida dedicada a la profesión que amaron. Contemplar esta especie de mural se me ha hecho cotidiano en los últimos tres meses, desde que empecé a ir en bicicleta de Chorrillos a Miraflores. No soy la única persona que se quiebra, que acaba mirando esas caras, esas flores que dejan familiares y amigos."