A diario alguien sale de casa y no vuelve. No hay aviso. Solo una ausencia que crece con las horas. Al principio hay angustia. Luego, silencio. Y después, la búsqueda: inagotable, solitaria, desesperada. Las familias se transforman en investigadores, voceros y activistas. Porque en Ecuador, detrás de cada persona que no ha sido localizada, hay alguien que no se rinde, un padre que revisa los mismos videos una y otra vez. Una madre que recorre infinidad de veces las mismas calles con una foto en la mano. Ellos no cargan solo con el dolor de no encontrara a los suyos, además, enfrentan un sistema muchas veces indolente y un camino lleno de trabas en su lucha por saber qué pasó con sus desaparecidos.